Y después de todo…



La discriminación por edad es una realidad que se vive en muchos países, incluyendo México, aunque la constitución en muchos ellos lo prohíban. Es algo que le puede suceder a cualquiera, y hoy me sucedió a mí. 


Una maestría y un doctorado de una universidad de Estados Unidos. Ambos terminados con muy buenas calificaciones, menciones honorificas y posicionamiento en el diez por ciento de los mejores estudiantes del país. Mención honorífica a la tesis doctoral, 16 años de experiencia en medios impresos tanto de Estados Unidos como de México, así como casi cinco años de experiencia académica en universidades de ambos países parecen no tener valor para una universidad del norte de México si se tiene 45 años de edad. Por lo menos eso fue lo que me dijeron cuando hable a una de las facultades de dicha institución para ver la posibilidad de ser parte del cuerpo docente de la misma. No voy a mentir, el que me preguntaran mi edad antes que mis logros académicos y experiencia laboral me cimbró y sorprendió. Pero mi incredulidad creció cuando me dijeron que no contrataban a alguien de mi edad para impartir clases en la universidad la cual, por cierto, es pública.

Desconcertada consulté lo que nuestra constitución estipula al respecto de la discriminación por edad y lo encontré, justo en el Artículo primero: … “Queda prohibida toda discrimación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”

Si, en efecto, por lo menos en papel, nadie debería haberme preguntado mi edad a la hora de pedir información laboral. Sin embargo, sucedió y, ¿ahora qué?

México es un país con muchas bondades, pero por años se ha considerado que alguien de 30 años ya no es digno o es ya viejo para aspirar a un trabajo. ¿Cómo pretendemos que nuestro país prospere? ¿Cómo se pretende mejorar la educación superior en nuestro país si no se da la oportunidad a quienes tienen la experiencia y están dispuestos a compartirla con las nuevas generaciones?

Cuando tenía 21 años y me iniciaba en el periodismo me exigían una experiencia que no tenía. Había estado en la universidad y empecé a trabajar en lo que me gustaba. Lloré mucho cuando se burlaban de mi falta de experiencia o me la reclamaban. Era una gran impotencia la que sentía. Y luché por tener experiencia, trabajé, me esforcé e, incluso, continué mis estudios hasta llegar al máximo grado de estudios a nivel superior. Y lo logré en una lengua que no es la mía, en un país que no era el mío. Pero eso no me importó, irónica que es la vida, hoy todo por lo que luché y me sacrifiqué parece que no tiene valor. Es triste, porque uno regresa a su país y busca compartir lo vivido, lo aprendido. Pero, al parecer para algunos, es ya demasiado tarde.

Al final, con situaciones como la que me tocó vivir perdemos todos. Pierde México porque talentos nacionales se ven desperdiciados y perdemos todos porque la educación de esta manera no va a mejorar nunca. Y, por mi parte, seguiré tocando puertas, a ver si alguna se abre.

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