Hay que evolucionar



Con la reciente prohibición de las corridas de toros en Coahuila se han desatado todo tipo de comentarios a favor y otros tantos en contra. Algunos que se dicen “conocedores” otros que no llegan a tanto, pero igual opinan porque no les parece que “algo” o “cualquier cosa” se prohíban. Primero hay que aclarar que el movimiento anti taurino, como se le llama en España, no es algo que solo sucede en México. Diversas ciudades y países de Latinoamérica han enfrentado la misma situación en tiempos recientes. Incluso España, la cuna de la tauromaquia, ha visto una creciente oleada anti taurina; tan reciente como a principios de este mes, cuando el torero Francisco Rivera fue cornado durante una corrida en Huesca y en las redes sociales, muchos pedían por la muerte del torero mientras que los taurinos denunciaban a la policía a quienes deseaban lo peor para el torero.
En Saltillo hay quienes defienden la tauromaquia por ser un “arte”, otros por ser “una tradición”, algunos “porque es parte de la cultura” de la ciudad. En fin, que opiniones hay muchas y muy diversas, pero vamos por pasos: 

El arte es algo subjetivo que se valora desde la perspectiva de cada individuo. Para la Real Academia Española la segunda acepción de arte es: “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Una vez más, si la manifestación es basada en una visión personal y que interpreta lo real o imaginado, podemos entender que arte es algo subjetivo. Es decir, cada quien puede tener una visión de lo que es arte. Y por lo tanto, decir que la tauromaquia es un arte, es algo subjetivo basado en la percepción personal de aquellos que lo ven como tal, y al mismo tiempo, es aceptable que otros tantos no lo vean como un arte. 

Ahora vamos a la tradición. Lo que hoy conocemos como corridas de toros se originaron en España entre el siglo XII y el XIX. En México las corridas de toros se iniciaron para algunos autores en 1526 y para otros en 1529. Hay que recordar también que la conquista de México ocurrió entre 1518 y 1521. Es decir, que la “tradición” de la tauromaquia llegó a nuestro país con los conquistadores que, además de traer consigo enfermedades, cometieron uno de los más grandes genocidios contra los pobladores de estas tierras, impusieron su religión, su lengua, así como el término despectivo “indígena” basado en la idea equivocada de Cristóbal Colón de que había llegado a la India. Si de algo se nos acusa a los mexicanos es de nuestra herencia malinchista al copiar o venerar lo que se hace en el extranjero así como creer que lo hecho fuera de México es mejor. Pues con la tauromaquia sucede lo mismo. Al final se defiende una “tradición” que ni es nuestra, que ni se originó en México y que fue traída por quienes vinieron a nuestras tierras a imponernos su “civilización” acusándonos de salvajes, incultos y personas de poco valor.

Y vamos ahora por la “cultura”. Según Robert Hassan en su libro “Media, politics and network society” del 2004 la cultura “no es fija, sino que está sujeta a la conformación, la reformulación y la manipulación de las fuerzas más amplias “ahí fuera” en la sociedad y “aquí” a través de las formas en que nosotros mismos ayudamos a darle forma a la cultura y a la sociedad a través de nuestras interacciones con ella”. Es decir, la cultura es algo que cambia constantemente, que evoluciona a la par de la sociedad. La cultura no se queda estancada, está en constante movimiento. Es decir, si la tauromaquia es o fue considerada cultura por algunos o por muchos, eso puede cambiar, evolucionar. Y como prueba tenemos a los romanos. En la época Romana eran comunes las peleas de gladiadores en el coliseo de Roma. En dichas peleas luchaban a muerte seres humanos y los espectadores, en un lugar muy similar a una plaza de toros, aplaudían y vitoreaba ante sangriento espectáculo. Sin embargo, a pesar de haber sido parte de la “cultura” Romana, de ser “tradición” Romana y considerada tal vez por algunos como “arte” hace ya muchos siglos que se eliminaron esos espectáculos en Italia. Es decir, la cultura evolucionó y se entendió que ver a seres humanos liarse a golpes hasta que uno, dos o varios cayera moribundo en el ruedo, no era del todo beneficioso para la sociedad. Lo mismo sucede hoy en día con la tauromaquia. Las ideas de muchos han evolucionado, la gente no ve la lógica en un espectáculo en el que la violencia y la muerte son los ingredientes principales. Si quieren abrazar algo realmente cultural, artístico y tradicional de nuestro país, investiguen los juegos que jugaban los pobladores de estas tierras antes de la llegada de los conquistadores. Dejemos de ser malinchistas abrazando una tradición que ni es nuestra, que es posible hasta que se nos haya impuesto por los mismos bárbaros que cometieron el genocidio contra nuestra raza. Dejemos de abrazar un deporte que apoya el especismo, la idea de que el ser humano es superior a todos los animales. Somos parte de la naturaleza como los animales mismos y el sentirnos superiores a ellos no nos hace más diferentes de aquéllos que llegaron a nuestras tierras creyendo que los pobladores del México de ayer eran salvajes que necesitaban civilizarse. Dejemos de abrazar deportes que promuevan la violencia, porque un deporte en el que hay sangre y muerte hay violencia. El arrancarle la vida a un ser vivo ante la vista de cientos de espectadores no es deporte, es un crimen y quienes lo aplauden contribuyen a la propagación de la insensibilidad del ser humano hacia los animales y en muchos casos, hacia sus semejantes. Rescatemos lo que realmente es nuestro, lo que nos quisieron quitar, nuestro México tiene muchas cosas de gran valor, abracémoslas y valorémoslas. Hay que evolucionar, no quedarnos estancados creyendo que porque así se han hecho las cosas siempre están bien. Hay que evolucionar al ritmo de los cambios en el mundo, si no lo hacemos los que perdemos somos nosotros los que por necedad quieran abrazar arcaicas ideas. Vayamos hacia adelante, evolucionemos.

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